De la economía competitiva a la economía colaborativa

De la economía competitiva a la colaborativa

Durante mucho tiempo ha prevalecido la idea de que es el más apto el que sobrevive en la naturaleza; aunque comúnmente se ha pensado también que apto significa fuerte, confundiendo ambos términos, que en realidad no son sinónimos. Del mismo modo, se ha pensado que esto que se cumple en la naturaleza se debe cumplir también en los seres humanos, en la sociedad y de un modo particular en la economía, con la competencia entre empresas. Sin embargo, estas ideas que aquí examinamos no son más que creencias que no tienen por qué tenerse como regla infalible, en el mundo natural, en el mundo empresarial y en la sociedad humana en general.

La ley del más fuerte

La tesis del más fuerte como el más apto es una generalización, o quizás tergiversación, de las teorías de Darwin y de Spencer en relación con la supervivencia de las especies y con la llamada selección natural, que sería la explicación de por qué unas se extinguen y otras no. En virtud de esto, se ha pensado que la forma más segura de sobrevivir, ya sea que se trate de países, naciones, organizaciones o individuos, es acabando con los otros que pueden ser nuestra competencia, que pueden disputarnos los recursos que necesitamos para vivir.

Así, competir, en la naturaleza o en la economía viene a ser más o menos lo mismo; significa controlar los recursos que me alimentan, pero asegurándome de que yo tenga todo lo que quiero sin importar los otros. En teoría, se piensa que las plantas compiten por la luz (aunque hay unas que viven a la sombra); que los depredadores compiten por la comida (aunque muchos cazan en grupos o en manada).

Esta idea está tan arraigada, que desde la más temprana educación se fomenta. Las calificaciones son una forma de competencia, que demuestra quién es o será el más apto y logrará triunfar, ingresar en una universidad, obtener un puesto de trabajo en una organización prestigiosa; o crear una empresa competitiva. Es decir, desde muy niños se nos enseña que tenemos que competir, porque en el mundo no hay de todo para todos y solo el más fuerte es el que sobrevive.

La competencia empresarial

En el caso de las empresas, la competencia es por el mercado, por los clientes, por asegurarse que estos compren su producto y no el de la otra empresa, que vende algo similar (competencia directa) o que cumple las mismas funciones (competencia indirecta). Luego, para asegurar su supervivencia, las empresas tienen que ser como el depredador más fuerte; incluso, si fuera el caso, llegar a despedazar al rival, para no dejarle ni un desecho de esa presa apetecible que es el mercado.

En función de esto, los teóricos de la economía y la mercadotecnia formulan teorías acerca de cómo comprender el mercado, cómo potenciar nuestras capacidades para convertirnos en el más fuerte y competitivo y acabar con los menos aptos. Hay estudios, investigaciones van y vienen, y todas refuerzan la idea de que si no te haces fuerte o competitivo en el mercado no lograrás cazar la presa y sucumbirás; serás el perdedor en la competencia y morirás de inanición, como el tigre en el desierto.

La supervivencia del más colaborativo

La pregunta es: ¿y si nos hemos estado equivocando y no son exactamente los más fuertes los que siempre sobreviven? Y es que, en verdad, ¿todas las especies compiten? Pues, la verdad sea dicha, de acuerdo con autores de la talla de Fritjof Capra, los organismos colaborativos pueden ser tan o más aptos para sobrevivir que aquellos tenidos simplemente por los más fuertes. Es el caso de lo que sucede, por ejemplo, con las bacterias; que han sobrevivido en este planeta más que los grandes depredadores, gracias a una cualidad que las distingue: las bacterias han desarrollado mecanismos para intercambiar información genética, no de una generación a otra, sino de un individuo a otro, horizontalmente; transmiten la información al que está al lado, este al que sigue y así sucesivamente.

Como resultado de esta habilidad, las bacterias del mundo tienen acceso a un banco genético común, lo cual les provee de los mecanismos de adaptación. Y por ello son las que dominan el planeta. Están en todas partes. Han estado aquí desde siempre. Estaban aquí antes que nosotros y seguirán estando. Son un modelo de eficiencia biológica, a la vez que la base de la vida más compleja, y ni siquiera tienen que competir entre ellas. Se ayudan unas a otras a sobrevivir, porque eso repercute en su beneficio. Esto es algo similar a lo que ocurre en una economía colaborativa, como veremos a continuación.

Economía colaborativa

Los términos economía colaborativa, economía de intercambio o economía compartida, suelen ser usados con frecuencia como sinónimos. Aunque no hay un acuerdo unánime en torno a lo que esta significa, no hay dudas de que, en los actuales momentos, estamos ante la presencia de un fenómeno, apuntalado por las nuevas tecnologías de la comunicación. Este fenómeno en la economía se traduce en uso de dichas tecnologías a los fines de poner información a disposición de las personas o empresas, de manera que se propicie una optimización de los recursos, a partir de la mutualización del exceso de capacidad en bienes y servicios.

Aunque también puede haber organizaciones y empresas que operan colaborativamente sin transacciones en línea, dentro de una economía colaborativa el flujo de información es fundamental, por lo que, además de los sujetos del intercambio (sea empresa-empresa o empresa-persona), la participación de sitios webs, principalmente plataformas, es clave; pero si y solo sí este sitio o plataforma no es a su vez un espacio creado con fines de lucro, porque entonces ya no se hablaría propiamente de economía colaborativa en el sentido estricto del término.

Lo fundamental en este proceso es que la economía colaborativa abarca una amplia gama de estructuras, individuos y organizaciones cuyo afán es cooperar; y aunque logran un lucro, este es el resultado de una alianza en términos ganar-ganar, antes que el competir en su más pura esencia; por lo cual no resultaría extraño que dos organizaciones, que en el mercado real serían competidoras, en una economía colaborativa establezcan una alianza para realizar una labor conjunta que les reporte beneficios a ambas.

Por otro lado, la economía cooperativa proporciona una amplia información que se traduce en más y mejor acceso a una gran variedad de ofertas de productos, bienes, servicios, incluso talento humano. Dado que la economía colaborativa es autorregulada, los individuos y empresas que participan activamente como usuarios y proveedores, prestamistas o prestatarios, se organizan en esquemas de intercambio, donde prevalecen los principio de equidad, cooperación, horizontalidad y, sobre todo,

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